Se acabó, terminó eso de permitir que dejes la puerta entreabierta, para salir y entrar cuando quieras de esto tan roto que ya soy. Si te vas, no vuelvas. Cesaron llantos, concluyeron sollozos, ultimaron suspiros. Si te vas, no vuelvas. Y efectivamente te marchas y yo, amante de autodestrucción, voy tras de ti implorando tu vuelta. Si te vas, no vuelvas. No puedo más, pero te vas y regresas.
Anclándome este bucle a mis tobillos me paso la vida entera, desgastando alma, rostro, torso y todo lo que él quiera. Mientras, sigo repitiendo: si te vas no vuelvas.