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miércoles, 4 de enero de 2017

Tenía razón Hobbes.

¿Por qué somos así? ¿No nos damos cuenta de que cada acción que se realiza, por insignificante que parezca, repercute intensamente en la otra persona? Cada palabra se siente, se asienta en lo más profundo del alma, ahí dónde nada ni nadie es capaz de llegar para sacarla.
Supongo que nos encanta mutilar, disparar repetidas veces para que nuestra quebrada alma salga a flote a base de dolor ajeno; para sentir por unos instantes que nuestra vida es mejor.
Y ahora pregunto:
¿Dónde está la cordura del se humano? ¿Se ha esfumado entre tanta podredumbre?



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