Sofoqué mi fuego vestal, deshaciéndose
con ello todas mis costuras -como si de un viejo vestido se tratase-, apartando
así de mi la fortuna, o quizás evocando la sensatez, pues es arduo convivir con
un corazón calcinado. Sin embargo, sé que prenden las cenizas si recuerdo su sonrisa, que los
anhelos se despiertan al compás de sus labios; maldito bucle sin sentido, deja de resurgir en mi a cada paso.